El proceso artístico debe priorizarse sobre el resultado
- raquelortizart
- 23 jun
- 2 Min. de lectura
Estaba discutiendo con mis alumnas de pintura experimental sobre el proceso de sus quehaceres, y me reflejo en ellas al ver su frustración y desconfianza en sus primeras pinturas. Un par de días después me sincronicé con esta cita:

Vivimos en una época donde el resultado final se valora más que el camino recorrido. Se exponen obras terminadas en galerías, redes sociales o portafolios, y rara vez se visibiliza el caos, la duda, el error y la transformación que hizo posible esa pieza. Sin embargo, en el arte —como en la vida— lo más valioso suele estar en el proceso.
El arte no es una línea recta
Crear no es seguir un manual de instrucciones. Es una búsqueda, una exploración profunda, a veces caótica, muchas veces incierta. El proceso artístico implica prueba y error, descubrimientos accidentales, momentos de claridad súbita y largos periodos de frustración. Es en ese recorrido donde el artista se encuentra con su estilo, su voz, sus límites y sus posibilidades.
Priorizar el resultado lleva a crear con miedo: miedo a equivocarse, a no ser comprendido, a que el producto final no cumpla con estándares ajenos. En cambio, cuando se valora el proceso, se habilita el juego, la libertad, la experimentación. El arte recupera su función más esencial: ser un espacio de conexión interna, de expresión honesta. Y lo puse como valorar el proceso, porque a veces disfrutarlo es demasiado, pero valorarlo implica tomar todo lo que nos provoca y a pesar de ello, seguir.
El resultado como consecuencia, no como fin
Cuando el proceso es rico, auténtico y profundamente vivido, el resultado —aunque imperfecto— tiene una fuerza que trasciende la técnica. La obra final se convierte en el eco de un viaje vivido intensamente. No es un producto hecho para complacer, sino una huella real de lo que el artista ha sentido, pensado y atravesado.
Por el contrario, centrarse únicamente en el resultado puede vaciar de sentido al acto creativo. La obra puede parecer pulida, pero carecer de alma. Porque sin proceso genuino, el arte pierde profundidad.
Crear por el simple hecho de crear
En un mundo donde la productividad se mide en entregables, elegir priorizar el proceso artístico es un acto de resistencia. Es decir: “mi tiempo, mi expresión y mi camino importan, aunque no se traduzcan en likes, ventas o reconocimiento inmediato”.
No se trata de ignorar el valor del resultado, sino de entender que el arte no nace al final, sino en cada paso que lo compone.
No digo que sea fácil valorar el proceso artístico, pero hacerlo es valorar al artista en su totalidad: sus errores, sus dudas, sus búsquedas. Es reconocer que el arte no siempre se trata de lo que se ve, sino de lo que se vive al hacerlo. Y que, muchas veces, el verdadero resultado no es la obra, sino la transformación personal que ocurre en el camino. Por eso yo trato de compartir no solo lo que hago, sino la motivación o el camino que me llevó a hacerlo. Personalmente me estoy esforzando en compartir la historia detrás de cada creación y de mi misma, pero esa es otra historia.
Komentarze